miércoles, 15 de julio de 2009

Quedan familias en el desamparo



Por Ana Cecilia Ramírez

Para Alexia, de 9 años, la muerte de Sergio Antonio Barajas Torres, subjefe de Los Pinos, no es una estadística más. Se trataba de su padre.
Como ella, decenas de niños y jóvenes han perdido a sus padres, agentes municipales que han caído en cumplimiento de su deber, en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia.
El pasado 17 de junio, Barajas Torres fue asesinado cuando se dirigía a su trabajo, sumando así 26 agentes caídos en lo que va de esta administración municipal.
Concepción Antuna, esposa de Sergio Antonio Barajas, expresó que aún no asimila bien la partida, piensa que él salió a trabajar y que en algún momento volverá.
“Él estaba conciente, él me decía del peligro que corría, pero que a él le gustaba mucho su trabajo, yo le pedía mucho que se saliera, pero él me decía que quería mucho a sus hijos y a su familia, pero que ese era su trabajo y quería morir en la raya”, manifestó.
La familia se ha fracturado con la muerte de Sergio, la casa no es la misma, comentó, pero quien más ha estado resintiendo lo sucedido es Alexia, quien era la más chica de la casa, la consentida de sus papás.
“La niña se queda seria de repente, de repente llora, de repente se pone muy agresiva, le molesta todo lo que le digo, le hablamos bien y nos dice que no le gritemos y empieza a llorar”, externó.
Concepción dijo que ha recibido mucho apoyo moral por parte de los compañeros policías, y por parte de Brazos Abiertos.
En cuanto a lo económico está en los trámites para recibir el seguro, y seguirá ella trabajando, pues Sergio dejó algunas deudas.

Tiene que ser padre y madre

Cindy Márquez Zatarain apoyó en todo momento a Joaquín Palacios González en sus deseos de ser policía municipal, sueño que nunca llegó a cumplir.
Él era custodio del tutelar para menores, dejó su trabajo para entrar a la academia de policía, pero aún en la escuela a los cadetes los ponían a hacer labores en la calle.
Lo mandaron con otros cadetes a vigilar a infractores mientras hacían labores de limpieza, uno de los delincuentes lo agredió con una pala y se tiró a correr.
Joaquín lo siguió y pidió apoyo, llegó en eso un agente municipal, pero el infractor lo desarmó y mató a Joaquín.
Los cadetes no tienen seguro de vida, así que Cindy Márquez Zatarain y sus dos hijos pequeños quedaron sin el jefe de la familia y sin un quinto.
Ella pidió trabajo al entonces secretario de Seguridad Pública, Luis Javier Algorri, y a pesar de que gana un sueldo bajo, sigue trabajando en la Secretaría.
Sus hijos de 7 y 6 años son quienes más sufren la ausencia de Joaquín, preguntan por él, a pesar de que ya pasaron dos años de su partida.
Ella no ha recibido otro tipo de ayuda más que el trabajo que le dieron en Seguridad Pública, pero el dinero apenas si le alcanza, pues tiene que pagar guardería para los niños y cubrir con todos los gastos.
“Yo digo que deberían de ayudar a las personas, en este caso mi esposo no era ni oficial, un oficial ya sabe a lo que se está arriesgando, que vas a salir y quien sabe si puedas regresar, pero mi esposo era cadete y al sacarlo a la calle nunca estuve de acuerdo.
“Yo dos semanas me deprimí, que ni atendí a mis hijos, mi casa casi se estaba engusanando, porque yo entré en una depresión, entonces ellos no ven todo eso, ellos con hacerles los honores, enterrarlos y ya, no, ¿y la familia?.
“Gracias a Dios tengo familia, pero hay gente que fallece el oficial y no tienen familia aquí, y dime ¿quién les va a tender la mano?”, expresó.

No actualizó su testamento

María Viviana Sánchez Félix estaba bien casada con José Carlos Aguilar Flores, sin embargo, a la muerte de él, la que se quedó con el seguro de vida fue la hermana.
José Carlos se olvidó de cambiar a los beneficiarios y en el tiempo que puso a su hermana él no estaba casado.
Él fue asesinado el 2 de enero de este año, cuando trabajaba como escolta de un jefe policiaco. Iba a recibir un diploma como agente destacado, pero justo el Día del Policía fue cuando murió.
Él era el sostén de la familia, dejó a dos hijos, que aunque no eran de María Viviana, sí vivían con ellos.
La última vez que habló con él fue unos minutos antes de su muerte, le dijo que para ella era el mejor policía, lo felicitó por su día.
Él le respondió que la quería mucho, y que iba a estar ya más tiempo con ella, que dejaría de ser escolta, para andar en patulla.
María Viviana se dedicaba por completo al hogar, pero al quedar sin nada, le pidió trabajo a Julián Leyzaola, secretario de Seguridad Pública, y ahora está como secretaria en la delegación de policía de Playas.
“Estas personas están dando la vida por todos los ciudadanos, no es que sean malos, están cumpliendo con su trabajo, que tengan poquita conciencia, que no todos son malos, son personas que viven de este trabajo, que luchan y quieren darle lo mejor a la familia”, expresó.

Su hijo la hace fuerte

Yolanda Patricia Ojeda Robles no deja de extrañar a su esposo, Arturo Rivas Vaca, lo extraña como hombre, como pareja, como amigo, en todos los sentidos.
Era el subdirector de la Policía Municipal cuando fue asesinado en el área de Playas de Tijuana.
“Era un hombre entregado totalmente a la camiseta, a la policía 100%, una persona muy querida, muy trabajador, muy cumplidor con su trabajo, una persona amable y buen amigo”, comentó.
El año que él murió se estaban viendo muchas tragedias, pero Yolanda no pensaba que ese sería el fin de Arturo.
“Sí platicábamos, de hecho yo le pedí varias veces que se retirara más que nada por los hijos, por él mismo, pero él me contestó me dijo ‘no, no puedo, no puedo porque primero está mi trabajo, mis obligaciones, no puedo’, no se quiso retirar”, comentó.
Yolanda se dedicaba al hogar, pero al fallecer su esposo, tuvo que trabajar, así que su hijo no sólo perdió al papá, sino que ahora su mamá no está en su casa buena parte del día. Para poder salir adelante, Yolanda se ha enfocado en sacar adelante a su hijo, quien tiene 11 años, y cuando murió su papá tenía 8.
“Mi hijo para mí es la base de todo, es la base para mí para sentirme como me siento ahorita ya con más tranquilidad, trabajando, gracias a Dios, mi hijo me ha hecho sentirme muy fuerte en todos los aspectos”, manifestó.
Yolanda recibió el seguro de su esposo, y ha contado con el apoyo moral de Brazos Abiertos, quienes además le ayudaron a conseguir trabajo en la Comandancia de Policía.
“Al principio, cuando entré a trabajar aquí sentía como… me recordaba mucho a él, miraba a los compañeros uniformados y entraban y salían y me daba tristeza y a la vez mucho coraje ver a los compañeros que andaban muy tranquilos y mi esposo ya no”, externó.
Al principio, el niño bajó mucho de calificaciones, andaba muy distraido, y sigue extrañando mucho a su papá.
“El otro día me dijo ‘mamá, cómo me acuerdo cuando jugaba con mi papá y nos íbamos caminando por la escalera’, se dejaban caer por la escalera, él se acuerda mucho de su papá cuando jugaba con él”, comentó.

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